Pues en algo esencial: a la industria del videojuego no la mueve la potencia gráfica, ni las exhibiciones de resolución en pantalla, ni siquiera el framerate: lo que mueve a la industria es el aburrimiento, o mejor dicho, la infinita capacidad para aburrirse del jugador medio.
Alguien debió advertir a los mandamases de
Sony, que ya existían los videojuegos buenos antes de la irrupción de PlayStation. Que existen auténticos juegazos, clásicos eternos cuya capacidad de diversión permanece intacta con el paso de los años sin necesidad de presentar 60.000 polígonos en pantalla, ni 20.000 colores, ni nada de eso. Durante demasiados años, las “videopelículas”, esto es, los juegos que consisten en una representación realista de las aventuras de un personaje, que va desarrollando un guión durante el juego, salpicado por secuencias cinemáticas que aporten ligazón a la historia, han ocupado un papel demasiado preeminente frente a otra concepción de videojuego más inmediata, más directa, que basa la diversión en la jugabilidad y la habilidad del jugador de una manera más sencilla y mucho más gratificante.
En videojuegos, lo nuevo es lo bueno. Frente a quienes intentan convertir el sector del videojuego en un remedo del cine, se alzan determinados videojuegos cuya fuerza se basa en proponer al usuario la posibilidad de jugar a algo a lo que no han jugado jamás. Frente a la enésima recreación de Shoot´em´up de graficazos brutales y reiterado sistema de control, se impone el éxito de juegos como el
Guitar Hero, el
Buzz, el
Animal Crossing, el
Brain Training, etc.: juegos cuyo éxito radica en divertir, de una manera directa e inmediata, al jugador.
La propuesta lúdica de
PS3 no pasa de ser una perpetuación de los mismos parámetros de control, desarrollo y manejo de videojuegos ya vistos y sobreexplotados de la
PS2, aportando, como novedad, el hecho de pagar una desorbitada cantidad de dinero para seguir jugando a lo mismo, pero con un poquito más de detalle gráfico. Con tan pobre propuesta, no es de extrañar que la masa de jugadores se esté volcando con la
Wii... a pesar de que el catálogo actual de la Wii no pasa de ser discreto, a la espera de los grandes “vendeconsolas” como
Mario Galaxy o las próximas versiones de las sagas
Dragon Quest y
Final Fantasy, desde el más veterano hasta el más novato quieren saber cómo es eso de coger un palito y hacer como que juegas al
tenis, por una razón muy concreta: porque no lo habían hecho antes. Porque nadie había usado una varita dotada de sensor de movimientos para manejar videojuegos. Siendo mucho más limitado en cuanto a posibilidades, el éxito del sistema de control táctil y por sonidos de la
DS ha sido todo un éxito, y todo parece indicar que el sistema de control de
Wii va a acabar por desterrar los vetustos estándares de control que la propia Nintendo impuso en 1996 con el “tridente” de N64.
El mercado está sobresaturado de juegos clónicos con gráficos perfectos y detallados que consisten en manejar un muñeco por un escenario virtual asignándole 5 ó 6 movimientos que dependen del botón que pulses. Para jugar así, basta y sobra la PS2, principal causa del escasísimo fervor que ha despertado la PS3 en cuanto a ventas. Y es que no hay más: igual que en los 90 nos cansamos de juegos de plataformas 2-D y de matamarcianos, ahora nos aburrimos de juegos Sandbox, de carreras de coches con supergráficos, y de quintas, sextas y séptimas partes de juegos cuyos laureles ya no reverdecerán. Afortunadamente, somos muchos los aficionados en todo el mundo, suficientes como para garantizar una próspera y larga vida a todos los soportes de consola... Pero, desde luego, aquél predominio de Sony entre los años 1996 y 2005 no volverá con PS3. Y mejor para todos: a mayor competencia, mayor calidad y mayor variedad. Y en la variedad está el gusto.